jueves, noviembre 09, 2006

ARTE CELTA : En el camino espiral




Por Esteban Ierardo
(fragmento)

El sol colma la tierra con brillantes serpientes de luz. Los reptiles se mueven con lentitud sobre rocas, y los labios fértiles de praderas y bosques. En su devenir configuran líneas entrelazadas, dinámicas figuras. Que avanzan y retroceden. Espirales. Espirales celtas. Espiralados derroteros plasmados sobre piedras, cerámicas, espadas, lanzas, reversos de espejos, hojas de libros, yelmos o columnas.

Los celtas desarrollaron un arte de alto refinamiento e inclinado hacia lo abstracto y geometrizante en muchos casos. Para el siglo VI a. J.C los pueblos célticos dominaban buena parte de Francia y los Países bajos. Atravesaron los Pirineos y fundaron asentamientos en España. Dos siglos después, al dejar atrás el canal de la Mancha, se adentraron en el sur de la actual Inglaterra. Sin embargo, su principal poderío se afincó en el centro europeo en los valles del Sena, el Ródano, el alto Danubio y el Rin. Ya antes de la consolidación de los dominios célticos, por el 700 aj.c, se practicaban entierros donde, además de carros y herrajes de caballos, junto al muerto se colocaban calderos de bronces y recipientes de vino con diseños extranjeros griegos y etruscos. Pero también existían piezas de hierro con diseños autóctonos. Este primer período del arte céltico, conocido como estilo Hallstatt (que se extendió del 700 al 500 a. J.C), se vinculó con un importante desarrollo de la herrería. A su vez, la representación de la figura humana o de animales adquirió un singular carácter estilizado. La forma humana se acercó a la abstracción.

El segundo período del arte céltico es conocido como arte de La Téne, lugar de un yacimiento arqueológico en el lago Neuchatel en Suiza, donde en 1857, el arqueólogo aficionado Friedrich Schwab, extrajo del lecho lacustre cientos de objetos que llegaron allí arrojados desde un desparecido puente. Se trataba seguramente de ofrendas arrojadas al fondo del lago con el propósito de calmar a los espíritus del agua.

En la superficie de largas espadas halladas por Schwab, existían líneas retorcidas que componían verticilos y espirales. El patrón espiralado aparece también en los valles del Rin y del Marme. La aparición de las piezas con decoraciones espiraladas en una amplia región demostró que este arte dimanaba de un proceso colectivo; no era sólo una expresión local. Las espirales se convertirán en una constante arquetípica de la imaginación céltica. Luego, las ondulantes líneas entrelazadas de la antigüedad celta emergerán como exquisitas tramas decorativas en Bíblias medievales (como el Libro de Durrow o de Kells; , en las cruces célticas o en las columnas de la Iglesia de Sta. María y S.David, Kilpeck, cerca de Hereford, Inglaterra, construida en el siglo XII d.J.C.

Como todo arte antiguo, la creatividad artística céltica se hallaba orientada hacia una finalidad sagrada o trascendente. La producción del placer de lo bello, el mero valor ornamental, o la expresión de la riqueza de la nobleza eran otras dimensiones posibles del arte. Pero siempre secundarias. El principal designio del arte es el poder de apertura a la otredad divina. El célebre caldero de Gundestrup, creado por el arte de la Téne, exhibe diversas figuras de posible significación mitológica. En esta refinada pieza, mediante la belleza artística se revela la presencia y el poder de algunos dioses. Pero la comprensión de una superior función metafísico-religiosa en el antiguo arte celta se enlaza con el simbolismo de la espiral, como figura de un significado y procedencia inconcientes. Jean Markale, uno de los grandes investigadores de la cultura céltica, en su obra Las tres espirales, destaca que lo espiralado "bien parece haber sido la base misma de toda la especulación metafísica de los celtas". La espiral, uno de los principios esenciales quizá de un perdido saber oral de los druidas, los supremos conocedores de lo sagrado en la tradición celta. Devenir de la espiral, el viaje hacia lo interior, hacia el ser, la fuente y el origen; y, a la vez, senda de regreso al mundo exterior, a lo creado, al espacio de las cuatro direcciones cardinales donde el hombre existe y observa el universo misterioso, con el que debe convivir.

La imaginación celta creó una mitología de radiante fantasía. Exhaló un halo de poesía y misterio sobre el extenso rostro de la naturaleza. Veneró el roble y el bosque. Creyó en fuerzas invisibles, en el devenir, en las mágicas metamorfosis del hombre que, en muchas vidas, desde su condición humana, se transforma en animal. Viento. Espada. O roca.

Y, también, la creatividad celta inventó un arte donde la sutil, omnipresente y divina espiritualidad es sugerida mediante el dibujo de tendencia abstracta, la figura que quiebra el naturalismo y danza en estilizadas formas geométricas. Y mediante el sinuoso y magnético devenir de las espirales. Inacabables.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonito ver el arte como "un poder de apertura a la divinidad". Estoy escuchando musica celta y buscandolos a ellos, te encuentro y este regalo de texto. La espiral es uno de mis simbolos mas viejos y queridos, ahora entiendo mas el por que. Mil gracias.

Milena dijo...

estoy intentando volcar en este sitio busquedas , caminos que se me aparecen , asociaciones y sincronicidades... todavia no se como....
(que por suerte ultimamente me esta resultando lo mejor!!)

gracias por tu visita azul caleido......